domingo, 19 de septiembre de 2010

Hombre de Barro





El tirano se alimenta del miedo del indefenso, recorriendo cada rincón de nuestra existencia, profanando cada regla; quebrantando lo inquebrantable, ensuciando cada nombre, pasando por encima de todo.

El valiente que se impone y el cobarde que huye ante sus pies; suplicando por su vida, arrodillándose ante el poderoso, glorificando su sucio poder y riqueza, bañándose con su gloria. Su hipócrita sonrisa domina su rostro, mirando por encima del hombro como el honesto carga su pesada piedra.

Una sarcástica y pesada carcajada retumba a lo largo del imperio, lleno de lujos y del más fino mármol pulido, reflejando el verdadero rostro de todo aquel que circunde. Sólo para simpatizar con el inmortal; que descansa sobre un manto de lujuria y riqueza sumado de cada figura de barro seco que ceda ante sus amenazas y falsas profecías.

El hombre de barro vive su eternidad desafiando la gravedad, viviendo su propio mundo. Sus pies no deben tocar el suelo, no deben ver la realidad aunque quieran, pues se rompería en mil pedazos. Cada seguidor del tirano estaría reducido a sólo tierra y polvo, quedando así sin fuerzas, sin seguidores, por ende, sin poder.

Esclavos de sí mismos, profetas de la falsa realidad paralela a la verdadera, producto de sus impuros y egoístas deseos, para un interés individualista.

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